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China bajo el cielo de una habitación

La habitación 429 se esconde discretamente en el edificio 17 del distrito de FuCheng, al noroeste de la recatadamente bella y potencialmente intensa prefactura de Mianyang. Es inteligente y, por tanto, ha desarrollado las destrezas y habilidades necesarias típicas en quien no desea ser encontrada. Consiguió hacerse invisible a ojos de muchos y sólo brilla ante una selecta minoría. Para llegar hasta ella se deben sortear distintos peligros que únicamente serían superados por auténticos virtuosos del valor; entre ellos está subir a un truculento autobús sin parada perceptible, atravesar un antiguo mercado de extrañas reliquias, exóticos sabores y nauseabundos olores, encontrar la puerta en el muro del perro-dragón blanquecino que cabalga Atreyu en la Historia Interminable, saltar el río de cieno y heces para trepar la escarpada colina de la rama de fresno y enfrentarse a la arpía de tres cabezas que custodia la entrada del Edificio 17. Un proceso laberíntico y complejo apenas merecedor d

37 horas en un tren chino

Cuaderno de bitácora de un viaje en tren en China. Sin móvil, sin libro, sin asiento. Sin miedo. 00: 00 horas: El tren está parado en la estación de Shanghai. Como el corazón y el alma me piden daré parte de mi situación actual y actualizaré conforme los acontecimientos y el tiempo vayan cobrando relevancia y/o protagonismo Matilde se ha marchado esta mañana. Qué triste estoy. ¡Ay yo! He ahogado mis penas con Alex GoGo en Shanghai, en el Perry's. Buen bar, mejor persona. Grata ayuda para enfrentarme a las 35 horas* de tren sin asiento que me esperan para llegar a Mianyang y descansar. Sí, ¡sin asiento! Y yo con estos pelos. Compadrearé con el lumpen chino, que ya es decir de tan placentero compadreo. La situación por el momento parecer favorable, ¿la calma antes de la tormenta? ¿un oasis en el desierto? Aprieto los puños, relajo los hombros. El traqueteo de la vía inicia el proceso por el cual mis nalgas se quedarán dormidas en exactamente 27 minutos. Comienza la triste marc

La-de-la-Rata

La-de-la-Rata es el nombre por el que conocen mis amigos y amigas a esta historia que os voy a relatar. Quizá el hablar del encuentro con una rata con gigantismo en el lugar donde pretendías dormir una noche de verano no sea el más interesante de los temas para mucha gente, es cierto. Pero ahí está la gracia, en contarla de una forma que genere interés, supongo. No encontraréis mentira alguna en las siguientes líneas, mas, como diría Gandalf: "Toda buena historia merece ser adornada" Os pongo en situación: Corría el lejano y caluroso verano del 2014. Y no digo caluroso por capricho, puedo asegurar y aseguro que hacía un bochorno infernal, indigno, más propio de los baldíos páramos de la Mancha (hola amiguis manchegas, entendedme y no juzguéis mi sufrimiento) que de la fresca orilla del Mediterráneo. Ya se sabe, de esos que no se esfuman ni bebiendo una buena cerveza fría en esas gloriosas terrazas que te rocían con agua pulverizada cada cierto par de minutos. No sé si

Morir Sonriendo

 Y heme aquí, en el devenir nocturno de mi domingo, apotronado en la esquina norte de mi cama, sufriendo terribles y fríos calambres en la nalga izquierda debido a la dureza del material sobre el que se posa, tosiendo el valor ciego que me llevó a aventurarme bajo la lluvia con el triste destino de comerme una mísera hamburguesa china. Heme aquí, que ante la apatía del desempleo (he currao tres días y ya voy de parao por la vida), el neofinal de las clases en mi universidad, la precariedad estudiantil de la superviviencia, el desasosiego por la ausencia de la amada y el soberano aburrimiento que me provoca el lento pasar de los días hasta mi reencuentro con ella, he tomado la seria decisión de escribir un blog. Sí, un blog. Te cagas, ¿eh? Ahí es na'. Pero en plan serio, que me han dicho que se gana yeyo y escribir pa' mí es gratificante sólo si me puedo dar ese placer pequeño-burgués de comer todos los días.  Dudo profundamente que esto pase, pero imagino que así me podré entre