Morir Sonriendo

 Y heme aquí, en el devenir nocturno de mi domingo, apotronado en la esquina norte de mi cama, sufriendo terribles y fríos calambres en la nalga izquierda debido a la dureza del material sobre el que se posa, tosiendo el valor ciego que me llevó a aventurarme bajo la lluvia con el triste destino de comerme una mísera hamburguesa china. Heme aquí, que ante la apatía del desempleo (he currao tres días y ya voy de parao por la vida), el neofinal de las clases en mi universidad, la precariedad estudiantil de la superviviencia, el desasosiego por la ausencia de la amada y el soberano aburrimiento que me provoca el lento pasar de los días hasta mi reencuentro con ella, he tomado la seria decisión de escribir un blog. Sí, un blog. Te cagas, ¿eh? Ahí es na'. Pero en plan serio, que me han dicho que se gana yeyo y escribir pa' mí es gratificante sólo si me puedo dar ese placer pequeño-burgués de comer todos los días.  Dudo profundamente que esto pase, pero imagino que así me podré entretener de aquí en adelante durante las horas muertas (que no son ni pocas ni muchas, pero son).

La cosa. Que empezar siempre es un poco duro y yo ando algo perdido en este mundillo. Por suerte para mí y para todo el mundo que se inicia, tenemos la inestimable ayuda de nuestro buen amigo Internet que te presta servicio como si te conociera desde la guardería: "¡Ey, Dani! ¡Bienvenido a Blogger! ¡Cuéntanos qué es lo que te gusta!"... Uno se siente querido, arropado, despojado de sus miedos y curado de la soledad. Gracias por preguntar. ¿Lo que me gusta? Pues fíjate, Blogger, mi fiel mano derecha, leal dominio de mi inspiración: me gusta viajar, contar historias, los Piratas y Jesús Quintero (¡jódete Flanders, esta sí que no te la esperabas!). Así que, para explicar de qué va a ir el cuento, igual intento empezar por ahí. Ya veré cómo sale.

"Es mejor no saber qué instante será el último. Cada partícula del propio ser queda expuesta al misterio infinito de la existencia.  Y, ¿quién dice que no vaya a vivir para siempre?... Yo no tengo voz ni voto, Gibbs. Mi vida es la de un pirata. ¿Comprendes?"

Comprendo. O eso creo, Capitán. No tengo muy claro qué es lo que quería decir Jack Sparrow (Capitán, Capitán Jack Sparrow) -o el director de Disney cuando le escribió el guión a Jhonny Deep, ya me habéis entendido- al final de la última película de Piratas del Caribe. Pero sí tengo claro algo:  los peligros sorteados, la aventura desatada, el final en el horizonte y la certeza de muerte son los ingredientes básicos de la efímera existencia del ser humano; de cualquier ser humano, de hecho. Y es que, quien más quien menos debe enfrentarse a peligros en algún momento entre la cuna y la tumba, toda vida supone de una aventura de supervivencia, de conquista, de pasión, de sufrimiento, de sacrificio... y, sobretodo, el final del cuento llega a su hora y siempre es el mismo. Para algunos más divertido, para otros más triste. Pero el mismo.

La fórmula madre de todo este teatro debe esconderse en disfrutar de la actuación como si fuera el último acto de la noche; aunque arda el mundo a nuestro alrededor, aunque lo hayamos quemado a punta de cerilla en el clímax de un orgasmo tras una buena borrachera. Así. Como si hubiera estallado la revolución y permaneciéramos en pie sobre la barricada, con el brillo anaranjado del fuego iluminando nuestros rostros. Como el último verso de un poema épico y romántico. Como si la inmortalidad no fuera más que un aburrido capricho de los Dioses. Y llegado el momento, sea hoy o dentro de 50 años, sonreírle orgullosos a la muerte, con tez de victoria, como ecupiendo con sorna sobre el sagrado pavimento por el que abandonamos a los vivos, y decirle con descaro y prepotencia a ese saco de huesos: A la mierda, estoy preparado, ¡vámonos!

 Yo creo que algo así quería decir el Capitán Jack Sparrow. Vivir sobre un barco a merced del viento, cabalgar las olas del destino espada en mano y morir sonriendo. Como muere un pirata, o por lo menos, como muere esa caricatura romántica que hemos tenido a bien construir en torno a las leyendas de los mares. Sonrientes. De la misma forma que fue llevado al patíbulo de Port Royal el Calico Jack, como murió Gold D. Roger (prometo que las frikadas de One Piece serán reguladas con esmero y disciplina), como fue juzgado Abduwalli Muse tras ser el único superviviente del abordaje al Maersk Alabama -esto último igual me trae problemas.

¿La conclusión? No lo sé, porque todo esto no viene muy a cuento, sólo os lo digo porque me gustan los Piratas y toda esta trama necesita de un nombre con algo de significao. Supongo que "La Sonrisa del Pirata" tiene la utilidad de ser el lugar donde guarde mis aventuras y me desahoge cuando no tenga a nadie a quien contárselas. Quizá también la adorne con algo de poesía, que el camino sin verso es como la vida sin amor; existe, pero que me maten si eso vale la pena. Quizá alguna reflexión sobre..., ya veremos. Aquí iré dejando las historias de mi vida para que quien quiera pueda compartir la aventura conmigo, aunque sea en ese hermoso páramo que llaman imaginación.

¡Ah, sí! ¡Se me olvidaba Jesús Quintero! Él también tiene alma pirata, la lengua afilada como cimitarras bucaneras y a buen seguro pasión diletante por el ron y derivados. Prueba de ello una hermosa reflexión que hizo en su programa allá por el 2008:

"Ríete de los peligros, lo más que pueden hacer es matarte. Pero nunca podrán quitarte el gustazo de morir sonriendo"

Comentarios

  1. Querido nakama,
    Vengo aquí a estrenarte el blog. Es algo así como alimentarlo y, como pseudomadre, me siento en mi deber. Sé que puede funcionar, confío en vos. Que vaya chachi camarada ;)

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    1. Querida nakama,
      Esperando su llegada a la China Populal para alimentarlo con aventuras de pirata. Un saludico ;)

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