37 horas en un tren chino

Cuaderno de bitácora de un viaje en tren en China.
Sin móvil, sin libro, sin asiento. Sin miedo.

00: 00 horas:

El tren está parado en la estación de Shanghai. Como el corazón y el alma me piden daré parte de mi situación actual y actualizaré conforme los acontecimientos y el tiempo vayan cobrando relevancia y/o protagonismo

Matilde se ha marchado esta mañana. Qué triste estoy. ¡Ay yo! He ahogado mis penas con Alex GoGo en Shanghai, en el Perry's. Buen bar, mejor persona. Grata ayuda para enfrentarme a las 35 horas* de tren sin asiento que me esperan para llegar a Mianyang y descansar. Sí, ¡sin asiento! Y yo con estos pelos. Compadrearé con el lumpen chino, que ya es decir de tan placentero compadreo. La situación por el momento parecer favorable, ¿la calma antes de la tormenta? ¿un oasis en el desierto? Aprieto los puños, relajo los hombros. El traqueteo de la vía inicia el proceso por el cual mis nalgas se quedarán dormidas en exactamente 27 minutos. Comienza la triste marcha.

* Añadido a posteriori por el autor de los hechos que aquí se relatan: Sus muertos que al final han sido 37 y media.

00:34 desde mi salida.

Parecía Indurain descolgándome del pelotón chino para conquistar puerto y etapa en el hueco libre del tren. Es que claro. Os explico. No he comprado mi billete a tiempo. Cosas de las despedidas. Me toca ir sin asiento (REAL). Osease, ir en el suelo, o entre los vagones. Sin embargo, si se llega a tiempo y uno muestra destreza y audacia adelantando al veloz lumpen chino -que es el que viaja sin billete- los asientos al lado de la ventana de emergencias suelen estar libres. O eso creo y quiero creer. Eso he hecho y aquí estoy; el primero de la clase. Junto a mí descansa Tifany. No es su nombre (algo que ya sabíais, pillastres) pero no nos entendemos y bueno, está gracioso. He conseguido sacar que es de Guangxi, provincia al suroeste que visité hace una semana con Mati. ¡Ay Mati! Le he dicho que me pareció hermosa. Ella me ha respondido con una expresiva cara que parecía decirme: "Me la suda cari, ya sé que mi casa es bonita". O eso o se creía que le decía ella, que puede ser porque mi chino no brilla por ser una de mis mejores características. Bueno, vaya contestación. Qué palo me ha dao. De verdad que estoy dolido. Tifany es de armas tomar. Justo se acaba de pelear con un chino segurata que ha sacado un megáfono y se ha puesto a gritar. No consignas ni cosas bellas. Gritar. Y por la cara de mis compañeros de vagón, nada bueno. Tifany se ha ofendido y se ha sentado en su maleta en lugar de en su asiento expropiado. Eso me pone mosca, pero centrémonos en Tifany. Me enorgullezco de tan honrosa compañera de viaje. Ella está orgullosa en su maleta, no parece ceder su derrota al gozo moral del enemigo. Si el Estado le golpea, ella se rebela. Los putos asientos son vicios pequeño burgueses, que me echen de mi maleta si tienen valor, burócratas traidores; eso y mucho más parece asegurar su fría mirada.

02.47 horas desde la salida.

Se confirman mis peores presagios. La oscuridad se cierne sobre mí. La historia de los asientos en las ventanas fue flor de una noche. Nos salvó a Matilde y a mí ¡Ay Matilde! para ir de Chengdú a Guilín. Nada más allá de ese concreto. Un par de niñas pijas-yankee-wannabe me han zafado de mi asiento mientras disfrutaba de un apacible sueño. En mi exilio he acudido a mi vecina Tifani buscando refugio con la mirada de una labrador bajo la lluvia. Por el momento permanece ausente de su maleta, yo la esperaré sentado, la esperaré pase lo que pase. Rezaremos para que haya encontrado un lugar mejor y haga del gozo su virtud. Tifany, queremos lo mejor para ti.

05: 14 tras la salida de mi tren.

La cosa se ha puesto fea. Los acontecimientos se desarrollan desfavorablemente para los parias que no ostentamos asiento en el vagón 3 del T-282. Un porcentaje nada despreciable de la población china ha entrado en turba en el tren y me han colocado en pie y firme cual estaca junto a la maleta de Tifany. No hay espacio para sentarse. La maleta se desborda de chinos. Da la sensación de ser un metro en hora punta, pero no, es una tren de larga distancia y yo he tomado la primera parada hasta la penúltima.

Asumiendo que son las 2 de la mañana y llevando cansancio y sueño atrasado de las anteriores aventuras las ganas de dormir me invadirían pronto y debía encontrar un lugar decente para descansar. Maldita la hora en la que me he puesto a pensar. Ya decían algunas malas lenguas -o no tan malas- que no se me daba especialmente bien, y yo dale que dale. Se me ha ocurrido que el hueco bajo los asientos podía ser medianamente cómodo, pues podía estar tumbado y la luz de las lámparas no llegaba ahí abajo. Tampoco los escupitajos. Esto era importante. Además Matilde me dijo que había visto a un chino hacerlo cuando me dormí en uno de los viajes que hicimos. No se hable más. Ahí que me lanzo todo orgulloso, mirando a Tifany con coraje y guiñando un ojo a ella y a sus acompañantes. También pedí silencio aunque no debí hacerlo. Menuda ofensa para Tifany. Por todas es sabido que la gente como ella no te vende al poder. ¿Alguien imagina a Tifany llamando a seguridad y diciendo "Eh, madero, el rubiales se ha metido bajo las butacas, impídeselo y dale un escarmiento"? Obvio no. Ella es íntegra, una mujer leal a su gente. Confío en ella y en sus camaradas. He entrado en el habitáculo con la chaqueta puesta, ese ha sido mi segundo error, el primero ha sido entrar. En el espacio entre los hierros que sujetaban las "sillas" del vagón entraba a duras penas mi cuerpo. Era imposible ponerse de lado y con cualquier movimiento te arañabas la piel con los salientes de la rudimentaria estructura. Los sudores y la claustrofobia empezaron a hacer efecto en mí cuando el calor se hizo insoportable e inútiles los esfuerzos por quitarme la chaqueta. Me he retorcido todo lo que he podido para deshacerme de ella. Tras quitarla y comprobar que el calor aumentaba por el esfuerzo he pensado: Tengo que salir ya... aunque si me concentro y me adapto puedo pasar con facilidad la noche. Esa ha sido la única opción viable durante 20 minutos. Me he quedado atrapado. El tren ha parado y la turba se ha puesto en pie. Los viajeros al lugar y los lugareños a viajar. Todo empujones y agobio fuera. Todo claustrofobia y agobio dentro, la única salida estaba taponada por una maraña de pies que me aplastarían si intentaba salir. Concentración para pasar el trago y adiós a mis aspiraciones de espeleólogo (jej)

He conseguido escapar con serias dificultades después de unos sufridos minutos, pero finalmente lo he conseguido gracias a la ayuda de un par de chinos, imagino que siguiendo las órdenes de Tifany, legítima soberana de nuestro vagón. Me deja hueco en su maleta, lugar desde el que escribo estas líneas. Se ríe y golpea con fuerza mi espalda: ¡Buen intento personaje! ¡Pero no lo vuelvas a hacer! No te preocupes que no se me ocurrirá, Tifany.

06 30 horas desde mi salida en tren de la estación central de Shanghai.

Los acontecimientos mutan como mutaron los labios de Belén Esteban, en dirección unilateral al desastre. La desesperación y el sueño me han arrastrado al arrollo. Deslizándome entre parias chinos he abandonado a Tifany sobre su maleta y he acabado en la zona entre los vagones. Para los nuevos: zona de fumadores y escupidores despiadados. Y efectivamente, la zona en la que estoy sentado está rodeada de saliva y mocos chinos. Procuro no apoyar las manos, la chaqueta tendrá que ser quemada en una hoguera purificadora, la lavadora no nos quitará el trauma ni a ella ni a mí. Los amables conciudadanos que me han cedido su espacio para que pueda sentarme han cruzado sus piernas conmigo a modo de puzzle de huesos para así poder estirar, aunque sea un poco, las piernas sin ocupar espacio que pueda ocupar otro compañero. Mi pierna derecha está en la entrepierna de uno de ellos. Mi concentración se dedica única y exclusivamente a no mover los dedos del pie y evitar de esta forma interpretaciones incómodas en mi compadre. Como la mayoría aquí en el arrollo mis dos amigos no cuentan con el mejor de los aspectos. A riesgo de parecer capacitista y burlón, he decidido bautizarlos cariñosamente como Wasi y Modo. No me juzguéis, estoy demasiado cansado para recordar sus nombres chinos. Wasi carece de mano izquierda, quizá de nacimiento, quizá debido a un accidente o ajuste de cuentas; otro se habría puesto una mano ortopédica, Wasi decidió adornarse el muñón con un tatuaje digno del Vaquilla. Modo tiene un bulto extraño que ocupa un cuarto de su cara. La verdad es que su salud sería preocupante de no ser por la sensación que transmitía de normalidad y cariño hacia su aspecto; ¡quién tuviera esa seguridad en uno mismo, mi amigo Modo!. Son buena gente. Son mis colegas. No os metáis con ellos que os meto. Es el momento, tengo que dormir un poco. Ahora o nunca. Victoria o muerte.

10: 57 tras la partida del tren.

Me está costando más hacer el cálculo del tiempo que llevo aquí que entretenerme escribiendo. Creo que las próximas horas serán aproximadas. O no, así gasto tiempo. Que le jodan a las matemáticas. Muérete Copérnico.

A lo que iba. El amanecer es siempre una esperanza para el hombre. El Sol ilumina a medio cuerpo la cubierta de chapa de los vagones, el tren se dirige imparable hacia la próxima ciudad (aunque la sensación que tengo es que va pa atrás). A lo que iba, la esperanza del amaencer. Es una esperanza excepto cuando significa despertarse y ver a un señor con rasgos norteños, ya se sabe, de la Mongolia Interior, tierra de caballos y jinetes, rosigando con voracidad la pata de un pollo y escupiendo sus partes duras al lado de tu sandalia -y pensar que me puse las sandalias porque mis botas olían mal y me daba vergu que las olieran, la próxima les hago la cámara de gas con mis botas-. Aguanta Daniel. Relativismo cultural. La victoria de la interculturalidad por encima del etnocentrismo. Acepta sus costumbres, ama al prójimo como es y no como deberían ser según tu occidentalmente sesgada visión del mundo. Aquí es normal. En el Estado Español no, pero aquí sí. No lo mates Daniel. No lo mates.

11: 34

Mientras escribía la anterior actualización mi querida Tifani me ha ofrecido un bollo y tras eso ha ocurrido lo que me venía temiendo de un tiempo a esta parte. Paso de paria a mono de feria en lo que duran unas palabras de agradecimiento y lisonjas varias al sabor del bollo en su lengua materna. Sobresalto del público. ¡Alabado sea Mao! ¡Está hablando en chino! ¡Levántate y anda hijo mío, que has sido bendecido por el Padre y el Espíritu Santo! El lumpen se agolpa en torno a mí.
Yo, sentado entre escupitajos y pensando en las 25 horas que me quedan aquí, luciendo una cara que emite una genuina mezcla entre depresión por separación de la amada, resaca de birra y cansacio extremo por aventuras varias saludo al pueblo. Las manos a la cabeza. Ha dicho Ni Hao. El almuerzo llega conforme comienzo a explicarles a mis nuevos amigos que soy estudiante de intercambio y que he viajado por China con mi novia. "Estoy enamorado de China" les digo. Les gusta eso, me dan cacahuetes, sigue haciéndolo muchacho, esto es vida. "¿Eres yanki?" me preguntan con mirada judicial los escépticos. "No, no soy yanki. Tampoco quiero serlo. No me gustan las bombas" les replico en mi escaso chino. Ahora sí, el pueblo explota en júbilo, llueve el tabaco y la bollería. El antiimperialismo se respira entre el olor a bolsa de basura y el humo de tabaco viciado en el ambiente. Vietnam lo partió. Todos lo sabemos. China resiste (serias dudas, pero me callo). Se sueltan en una orgía emocional de patriotismo, las provincias y etnias aquí representadas encuentran su unidad en el odio al Imperio. ¡¿Qué cojones?! No nos mola una mierda lo que han hecho en Siria, y además, los japoneses dan asquito y como los coreanos del Sur no se bajen los humos vamos a ir con Fofito y Fofete (véase XiJing Ping y Kim Jon Un) a pegarles un tirón de orejas bien pegao. Uno de ellos me muestra orgulloso sus zapatos. Son unas victorias con un dibujo de Trump cosido, de aspecto infantil y ridículo con algo escrito en chino que no llego a interpretar. Todos ríen. Deber ser una burla al presi. Puto Trump.

13:02

Tamarama rama din don tiiiiiririi Tamarama rama din don
¿Qué canción es esta? No sé si es de los Santa Justa Klan o de los 3+2.

16:55

Los acontecimientos se transforman de manera imprevisiblemente positiva. Empiezo a creer que hay un ente divino mandándome ángeles de salvación entre las nubes (jeje NO) He ascendido de clase social o devenido en burocracia, no sé, lo que me toque dado el contexto de Estado socialista invadido por la restauración capitalista que es en el que me encuentro. No me lío, así se han desarrollado los sucesos:

Wasi y Modo han traído unos amigos a nuestro humilde y anti higiénico hogar. Son un poco de su gremio, cada uno a su manera. Todos han empezado a pimplarse una botella de Bei Jiu -véase vodka chino infernal cuya pureza te hace salir ardiendo si la temperatura de tu cuerpo sube de los 37 y lo tocas-. Con el calentón del vodka han empezado a hacer bromas y yo me he perdido en la conversación. Gritaban. Gritaban mucho. Yo sonreía y asentía perdido. Con cara de chino, que dirían, pero claro, el único que no-chino era yo. Ellos se creían los reyes del mambo, los más monos reyes del swing. Yo al menos podía entetenerme un rato en este inherte pasar de horas. En ese preciso instante, desvanecida toda esperanza de que la situación mejorara, ha aparecido Ástor -el nombre cobrará sentido con las próximas líneas, no se me impacienten-. Ástor es segurata en el tren y mantiene incólume la línea de planchado de su uniforme. Es un hombre serio. Marca los rudos rasgos de su cara gracias a su temple maoísta y a una mirada que bien pareciera portarla un guardia rojo en plena Revolución Cultural. Ástor luce orgulloso un pin con una bandera roja y su respectiva hoz y martillo cruzadas en el lado izquierdo de su pecho. Todos los miembros del Partido tienen insignias que los identifican como tal en los uniformes de su puesto de trabajo, sobre todo en el ferrocarril, que es donde más lo he visto. Las bromas cesan y el silencio se apodera del habitáculo. Ástor dice algo que no logro entender y Modo le responde diciendo que soy su amigo; asiento con la cabeza. Espero que su mirada inquisidora quiera rescatarme de una situación inexistente de acoso y no purgarme del tren como a un vulgar polizón. Para hacer ver que no me molestan y normalizar la situación me la juego y me lanzo a la conquista del corazón proletario de Ástor. Me pongo en pie y estrecho su mano: Ni hao, tong zhì (Niños, no hagan esto en casa)

Tong Zhì viene a significar camarada. Antes todo el mundo se llamaba así, sobre todo al princpio de la República Popular, justo después de la revolución. Ahora se ha perdido bastante y decirlo fuera del Partido se relaciona con la homosexualidad. La cosa es que la china rural es bastante homófoba y un "Hola, maricón" no sienta muy bien en su orgullo de campesino tradicional hetero de etnia Han. En fin, la cosa es que a Ástor se le ilumina la cara, y no sé si por sus firmes creencias ideológicas o por su orientación sexual. "¿Eres comunista?" se aventura a preguntar mi nuevo amigo (Claro primo, aunque mejor no te digo dónde milito porque aún acabamos tú y yo malamente) "Por supuesto" le contesto. Él sonríe y llena su pecho de internacionalismo: "Yo también, camarada" (profundamente discutible esta afirmación dada la dirección neoliberal que toma tu país, Ástor, pero vamos a llevarnos bien). Ástor arranca un soliloquio ante la atenta mirada del pueblo de extracción obrera y popular. Yo me pierdo al principio. Mi mente pierde la esperanza de entenderle -creo que tiene acento extraño, empiezo a distinguir los acentos, gomet verde pa mí-. Mi imaginación empieza a funcionar automáticamente mientras veo sus labios moverse sin parar. Me imagino que me está hablando sobre el golpe de Estado en el PCPE y toda la movida fraccional. Me aguanto la risa. Termina su soliloquio con un "ma" (partícula utilizada para preguntar). Mierda, me ha preguntado, qué mierda le digo ahora. Mi mente me la juega y vuelve a imaginarse que la pregunta es un "¿Y tú? ¿Estás con Carmelo y la chuchipandi o con los golpistas de la fracción?". Reviento. Me da la risa floja. Todos me miran con sorpresa. Los miro de reojo mientras mi risa se convierte en carcajada. No puedo parar. Se miran entre ellos. De repente todos ríen. Asumo que si estuvieran con Carmelo no se reirían. Llorarían o me partirían la cara. Son golpistas entonces. Ergo, zagal, acabas de ser bautizado como Ástor, que es el Secretario General del PCPE, Comandante en Jefe de los golpistas.

Acho, lo importante es que. ¿Pos no va el Ástor y me dice que pille mis cosas y me pire pal vagón 7? Es el vagón de segunda clase. Pa los nuevos, esto quiere decir que tengo espacio pa estirar las piernas y música clásica de fondo. El asiento para personas con diversidad funcional está libre. Aquí estoy. Ahora formo parte de la burocracia media-baja. EL flujo sanguíneo vuelve a recorrer mis piernas. Soy un poco más feliz.
¡Viva el PCPE (r)!

24: 09

Duermo a ratos, a ratos me despierto y luego no sé si duermo o despierto. El drama de la incertidumbre me tenía activo, esto es aburrido y la apatía me derrota. Triny, digo... ¿cómo se llamaba esa mujer?

27: 02

Una adorable pareja de jóvenes chinas modernas se da piquitos delante mío. No he visto una maldita pareja besarse en público en 3 meses en China. Ni una, lo aseguro. Debe ser tabú o algo. Pues me he encontrado a la única que ha notado la necesidad de comer delante del hambriento. Si Ástor viera esto os íbais a enterar.

37: 10

Anoche fue una gran noche. Hice amigos, muchos. Unos mafias de cuidao, talegueros 100%, marca de la casa, tatoo ininteligible de un cuchillo en un corazón en el brazo. Voy sin camiseta pa vacilaros a tos porque soy el chino más chulo del vagón. Ese calvo me está mirando. "¡Hello!" me dice. "Wow, ni da ying yu hen hao, peng you!" "Tu inglés es muy bueno, amigo!" Jolgorio. Viene con sus colegas y les escribo nombres del tipo "Manolo" "Pepe" "Mariano" en un papel. Les digo que son sus nombres en xi ba ya yu. Se emocionan por el tremendo bautizo, en el barrio no se lo van a creer. Resultaron ser los controladores en la sombra del vagón, la ley del barrio, la ley de verdad. Gestionaban los asientos por medio de la política del terror, ningún chino parecía sentirse muy cómodo en su presencia. Hay que decir que el vagón estaba medio vacío. ¿Quieres dormir? Me pregunta. Sí, tengo sueño (me estaba desmayando). Se organizaron y en lo que dura un niño virgen en la puerta de una iglesia me consiguieron tres asientos para tumbarme. Aquí tienes amigo, gracias por los nombres. Todos se dispersaron, era hora de dormir.

El tren está entrando en Mianyang, quiero llorar, pero de verdad y fuerte. Han sido 37 horas... dejémoslo en que han sido 37 horas en un tren chino. Recomendado 100%.

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